¿Qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software?
Aunque no suene usual es increíble la relación que los seres vivos podemos guardar con la matemática, desde los fractales o los patrones geométricos que se pueden encontrar en las flores, hasta como se descifró el comportamiento del moho de fango a través de ecuaciones.
Y precisamente buscando un patrón
de conducta que permitiera explicar como un organismo que se consideraría “básico
y primitivo” llega a resolver acertijos como salir de un laberinto encontrando
en cuál de sus salidas se encuentra localizada comida, se generan paralelos con
sociedad humana, en donde en teoría, las células
marcapasos son aquellas que lideran
los impulsos para que de alguna forma nuestros fines llenes a concretarse
apoyados en un entorno social, como se creía sucedía inicialmente con el moho
de fango.
La teoría se comprobó como falsa, ya que el moho de fango no basa su
organización en la jerarquía celular, entonces, ¿por qué no aplicar en la teoría
de la autoorganización en los seres humanos?, si un organismo básico como el
moho puede regirse bajo este principio los individuos también estamos en la
capacidad de autorregularnos y adaptarnos sin necesidad de que otros actúen como
células marcapasos imponiendo el que hacer.
Aquí se encuentra principalmente la teoría de los sistemas emergentes,
en la capacidad de adaptación te tienen los seres enmarcados en un entorno y en
determinado tiempo, pero sobretodo donde esta adaptación se genera de forma
espontanea y no regida por una inteligencia central que las domine.